

Gabriela Mistral
He aquí, niña mía,
que me han hecho tu amigo,
he aquí que cada día
conversarás conmigo.
Ponme una ropa obscura,
la ropa de labor,
trátame con dulzura,
cual si fuera una flor.
No me eches manchas sobre
la nieve del semblante,
no pienses que recobre
su lámina brillante.
Gozarás, cuando veas
qué hermoso me conservo.
Sufrirás, si me afeas,
del daño de tu siervo.
Verás, cuando oigas locas
historias infantiles,que
charladoras bocas
son mis hojas sutiles.
Mi saber es liviano,
mi saber no es profundo,
niña, me das la mano
y yo te muestro el mundo.
Yo te presento un hada
y te charlo del sol,
de la rosa encarnada,
prima del arrebol.
De la patria gloriosa
de las almas de luz,
de la vida armoniosa
del maestro Jesús.
Mis hojitas nevadas
piden sólo un favor,
de tus manos rosadas
un poquito de amor.
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